SEGUNDOS AFUERA
¡SEGUNDOS AFUERA! ordena el árbitro de la pelea, para que se retiren del cuadrilátero quienes secundan a cada boxeador
y ambos púgiles quedan solos, frente a frente (“hasta el banquito te sacan” dijo Ringo).
Al dibujar, o al pintar, pasa algo así. Un primer instante de desamparo frente al cuadrilátero silencioso y luminoso, hasta que en un acto casi reflejo lo teñimos de ruidos, y atacamos al blanco impecable en forma decidida con nuestro despliegue de recursos y estrategias.
Fernando O’Connor y yo, tenemos una vocación definitiva por la FIGURA, más que por el FONDO, con el agregado de que ambos privilegiamos el fondo a la manera preconcebida de dejarlo respirar, no solo por entender que el vacío es un requisito fundante y preexistente a la forma, sino porque concebimos a la inversa ese dejar respirar al fondo blanco, entendemos que quién respira es la figura, no el fondo.
Ese fondo, ese vacío, ofrece todas las posibilidades, y ahí es donde encuentro otra coincidencia con Fernando, que la gravedad física determina la orientación del plano en el que pensamos. El peso de la figura, su conducta, deja en claro el arriba y el abajo del plano de atrás, que aparentemente queda detrás, otorgándole un sentido que justifica las tensiones de los cuerpos, los esfuerzos de la carne, como se ve particularmente en los cuerpos modelados de los atletas.
Los deportes, especialmente, nos permiten ver los extremos de la carne humana en situaciones límites del esfuerzo, como lo demostraron a finales del siglo XIX las modernas fotografías con movimientos en secuencias, de Muybridge (que evidentemente Fernando admira) y posteriormente Leni Riefenstahl, cuando sorprendió con las tomas artificiosas y revolucionarias en sus documentales de aquella famosa Olimpíada de Berlín. Hoy, la cámara súper rápida y el zoom de las poderosas lentes, permite ver con extremada lentitud y fidelidad, todavía aún más, y más cerca, hasta instancias imperceptibles para el ojo humano.
Entonces ¿qué hace un artista? Es evidente que es imposible alcanzar y menos aún superar la narrativa de una cámara, esa es y será siempre una tarea inabordable para el trabajo de nuestra mano. Y en todo caso, habiendo pintores o dibujantes que trabajan para asombrar a los espectadores con sus estudiadas destrezas, generalmente sus esfuerzos convierten esa narración en una ilustración.
Es evidente que la única manera para que el arte supere ese realismo digital, es que no debe dedicarse a describir la figura, no debe narrarla, más bien debe meterse en la figura, ser la figura, o sentirse como si lo fuera.
De esa manera, el artista se describe, el artista muestra cómo, personalmente, vive esa percepción de la realidad, y en ese sentido convoca la reacción emocional del posterior espectador. A eso, Paul Cézanne lo llamó la sensación, y poco después de Cézanne, el historiador y teórico de arte Wilhelm Wörringer acuñó el término alemán einfühlung, presentando a la empatía como esquema psicológico de la creación artística, según el cual lo esencial de la obra no es el motivo ni el tema sino el propio artista y su expresión mediante la proyección sobre las formas del mundo.
Con esa perspectiva, se hace evidente la propuesta de esta serie de 24 dibujos, que parten desde una mirada emocionalmente empática con el movimiento de los púgiles. Lo que dicho en criollo significa que estos son dibujos hechos en la actitud del que se cree que tiene la pelota, y que hace el gesto de patear mientras ve el partido en la tele.
Para dar solo un par de ejemplos, puedo proponerles ver las proyecciones de fuerzas tan evidentes en el trabajo de Fernando O’Connor, donde el diseño del vacío determina las intenciones de las fuerzas que se desplazan violentamente, y a la vez paradójicamente, con elegancia. O en mis dibujos, el carácter vibrado del momento preciso del impacto del puño. De manera que es como si las fuerzas que desata la pugna estuvieran incluidas en los desarrollos de los trazos.
Nos ha sido un placer trabajar esta serie, hemos dibujado sintiendo un gran afecto y admiración a los boxeadores, gente dura y sufrida. Algunos de ellos, con Fernando hemos coincidido, son nuestros ídolos de infancia, al punto de que de vez en cuando revemos viejas peleas (en colores y en blanco&negro) para disfrutarlas estremecidos, como si ignoráramos el final.
Julio Lavallén, otoño del 2024